Mucho antes de que Internet existiera ya sabíamos que las fotos grandes aumentaban las ventas, incluso si no eran grandes fotos. Con el tiempo comprobamos que en la red sucedía lo mismo, siempre y cuando tomáramos ciertas precauciones.
Es cierto que el gran público no es experto en fotografía, por lo que a menudo una foto que no pasaría el examen de un entendido tiene un éxito arrollador.
Pero todo tiene un límite, sobre todo cuando se trata de fotos de productos, por eso no uses las imágenes a un tamaño mayor que el que tienen y recuerda que los clientes quieren ver lo que podrían comprar, no píxeles.
Vamos, que las fotos tienen que tener una calidad mínima y mostrar adecuadamente tu producto, sin que el cliente tenga que imaginar cualquiera de sus aspectos.
Pero pasarse con la calidad también tiene sus peligros, porque entonces la imagen pesará mucho y hará que la web cargue más lentamente.
La clave es encontrar el punto justo que permite ofrecer gran calidad sin cargar demasiado a la web.
Foto:Juhanson/Creative Commons.
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