El Internet de las cosas está compuesto por los objetos de uso diario conectados a Internet. Una práctica que está en sus albores, pero que ya permite controlar la climatización de tu hogar, el trabajo del robot aspirador o el de cocina desde tu teléfono móvil y que en el futuro permitirá que la nevera compre los alimentos que se van agotando, pero también tareas mucho más complejas, como la gestión de stocks en una empresa o el trabajo de una plataforma de petróleo.
Porque el Internet of things, como se conoce en inglés, o IoT, por sus siglas en ese idioma, abre un sinnúmero de posibilidades ya que permite relacionar a personas con personas, personas con objetos y objetos entre sí.
Más temprano que tarde todo lo que pueda estar conectado estará conectado: coches, electrodomésticos, wearables, robots, maquinaria agrícola e industrial, equipos médicos y sanitarios, sistemas de control y seguridad… Todo lo que puedas imaginar y algunas cosas que ni te imaginas. Para bien y para mal.
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