Imagínate una persona que en una reunión saludara a todo el mundo con exactamente la misma frase, como si la tuviera grabada. Puede que la primera persona no notara nada raro, pero si escucha exactamente ese mismo saludo repetido uno y otra vez a distintos invitados, acabará por detestarlo.
Y no sería nada extraño que cada vez que el individuo repitiera su mensaje, se mirara con otros que compartieran su desagrado.
Eso es lo que hace alguna gente en las redes sociales.
Por ejemplo, cuando sigues a alguien en Twitter y te envía un mensaje de bienvenida automático.
A mí me recuerdan esas máquinas que dicen a todo el mundo, su tabaco gracias.
Y me dan ganas de dejar de seguirlos.
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