Nunca lo olvidaré. Por aquel entonces, lo que luego sería una plaza, era un descampado. Pero un descampado muy concurrido. Desde la cercana estación de tren llegaban trabajadores en busca de otros medios para seguir su camino. En el descampado esperaban puestos de comida, de los que se elevaban olorosas columnas de humo.
En medio de tanta actividad, aquel hombre no llamaba la atención.
Llevaba una vieja valija que dejó descansar sobre la tierra endurecida. Tomándose su tiempo se quitó la chaqueta y la colgó de un madero que asomaba de un puesto de comida cercano.
Abrió la maleta con cuidado y al tiempo que echaba un vistazo a su alrededor, sacó algo oscuro. Aquella cosa se movía lentamente y el hombre la ayudó a enroscarse en su brazo.
Un trabajador, grandote y medio dormido, casi tropieza con el hombre, pero al ver la serpiente enroscada en el brazo dió un respingo.
Chocó con uno que venía detrás de él y, a modo de disculpa, señaló con la mirada a la bicha.
Ambos se apartaron y lo mismo hicieron todos los que estaban cerca.
Así, rápidamente, se formó un círculo alrededor del hombre que llevaba la víbora en el brazo.
Justo lo que él esperaba.
Entonces levantó el brazo izquierdo, haciendo que el reptil asomara su cabeza sobre la multitud.
Su lengua bífida vibraba, atrayendo todas las miradas.
Entonces el hombre saludó, presentó a su compañera explicando que venía de las selvas del Norte, que era de una especie muy peligrosa, pero que él dominaba a ese ejemplar y que no había nada que temer.
Hablaba sin parar y cada vez más gente se congregaba a su alrededor.
La charla del hombre ya no se refería a la bicha, sino a un juego de peines que ofrecía por muy poco dinero.
Unos minutos después había vendido varios.
Entonces, dio por terminado el acto. Guardó nuevamente al animal en la maleta, se puso la chaqueta y se acercó a un puesto de comida.
Aquella mañana, el hombre pudo repetir su número un par de veces, reuniendo el dinero suficiente para pasar el día.
Y se fue pensando en un nuevo lugar para desarrollar su labor, sabiendo que si la gente se acostumbraba a la presencia de la víbora dejaría de llamar la atención y no habría ventas.
¿Qué tiene esto que ver con Internet?
Que en Internet llamar la atención, sorprender, puede reportarnos algunas ventas.
Pero basar nuestras ventas exclusivamente en el factor sorpresa, es una estrategia a corto plazo.
Porque para sorprender debemos ofrecer constantemente algo nuevo.
Y eso es difícil y caro.
Por eso, combinar una oferta sólida y segura, con algo de sorpresa puede resultar más efectivo.
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