Hace tiempo, cuando me ganaba la vida con mis cámaras, me encargaron un reportaje de una compañía de teatro de títeres.
Cuando después de un largo viaje llegué al auditorio, todo estaba preparado: los títeres y el teatrillo impecables, la iluminación precisa, los artistas preparados para recrear para las fotos las escenas más importantes…
Lo que no estaba preparado es que estuviera allí la hija pequeña de uno de los trabajadores del auditorio que, a pesar de que su padre le pedía que se estuviera quieta, corrió fascinada hasta el teatrillo.
Yo le hice señas para que la dejara y uno de los muñecos comenzó a hablar con la pequeñaja.
Disparé muchas, muchísimas fotos y en una de ellas conseguí mostrar la cara de emoción y asombro de la niña mientras daba la mano al títere.
Por supuesto realicé un reportaje completo de las obras que estaba representando entonces la compañía, pero aquella era la foto.
La foto que consiguió vender muchas representaciones. Tantas que cada vez que el responsable de la compañía me veía, me decía, aquella foto sí que vende.
Hoy recordé aquella anécdota al analizar una web de servicios turísticos en la que aparecían un montón de cosas preparadas para que los niños se se lo pasaran en grande -como una cama elástica, bicicletas, etc.-… pero sin un solo niño.
Y por supuesto recomendé que un buen fotógrafo retratara las mismas instalaciones con niños felices de usarlas.
Y lo mismo te recomiendo hacer a ti, si vendes productos o servicios con los que la gente pueda disfrutar.
Por ejemplo, no muestres solamente el maravilloso plato que preparas, muestra también a gente disfrutándolo y conseguirás que otros quieran pasárselo tan bien como ellos.
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