Cada manaña hago el mismo recorrido a pie y cada mañana compro el periódico. Paso delante de varios kioscos de prensa, pero siempre compro en el mismo. ¿Por qué?
Cuando empecé a hacer este recorrido matinal fui probando uno a uno. Buenos días, saludaba al llegar. Y en la mayoría ni siquiera me respondían. Simplemente esperaban a que tomara yo mismo mi periódico, les diera el dinero y se limitaban a darme el cambio sin apenas mirarme.
Hasta que llegué a un kiosco en el que una señora me dio los buenos días antes de que yo lo hiciera, me sonrió y me dijo:
-¿Qué necesita señor?
Y después de atenderme gentilmente me despidió con un:
-¡Qué tenga usted un buen día!
Desde entonces siempre compro en el mismo kiosco.
Somos muchos los consumidores que apreciamos la diferencia: ante el mismo producto, con igual precio, preferimos comprar a quien nos trata mejor. A mi amable proveedora de prensa le bastó con un saludo y una sonrisa para ganar un cliente. No necesitó invertir ni un céntimo más para obtener una ventaja competitiva. Es un ejemplo a seguir en todas las empresas.
Actualización: en la foto, la amable señora Rosi en su kiosco de la Gran Vía madrileña.
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Cuánta razón tienes, Jorge. Y es que las relaciones empresariales no se difieren tanto de las personales. Qué poco cuesta ser amable y cuánto se agradece!
Gracias por tu amable comentario, Isabel. Creo que estamos de acuerdo: la cordialidad no nos cuesta nada, hace la vida mejor, facilita el trabajo y además… es rentable
Tienes toda la razón. A veces bastan pequeños gestos o tratar a la persona como lo que es para conseguir un cliente, o lo que sea.
Interesante copia.